Sin memoria los pueblos van irremediablemente hacia el abismo. Son presas de los que han vivido de sus desgracias. Viven enjaulados en el tiempo sin poder disfrutar de la libertad que es oxígeno para el alma. Caminan sin rumbo. Son veletas que mueve el viento y su presente y futuro es una caricatura de la vida.

A través de los años a nuestra gente le han secuestrado esa capacidad de poder registrar los hechos que han convertido su vida en añicos, impidiendo vivir a plenitud. Con dádivas y prebendas han embotado la conciencia de los que más sufren para llevarlos a un estado de indigencia permanente que les permita a ellos continuar en el derroche más insultante a la dignidad humano.

Qué ha pasado en nuestro país con situaciones y acciones que en un momento nos sacudieron por sus connotaciones en contra de la población. Los días y meses han pasado echándole un manto de olvido. Un escándalo es sustituido por otro y sigue la fiesta.

Ahí está la muerte de los niños del Hospital Robert Read Cabral, el tiroteo a la cárcel de Najayo, el atentado del Metro, la compra de los aviones Tucano, los escándalos de corrupción que en algunos casos terminan siendo archivados, el cofrecito y barrilito… la lista es larga.

Esta actitud frente a casos a los cuales debería dársele seguimiento hasta llegar al final es muy peligrosa. A los responsables de estas acciones les podrá parecer que todo va bien, que así será para siempre. Pero se olvidan que es como aumentarle el fuego a una olla de presión en donde se acumula tanto vapor que en un momento puede explotar.
Llegó la hora de tener una postura diferente frente a los acontecimientos nacionales que tienen que ver con el manejo de los fondos públicos, con la justicia y la institucionalidad. La postura del avestruz frente al peligro no es el mejor camino a seguir. El olvido ante lo mal hecho es peligroso, porque un día despierta la conciencia y hace cambiar todo. Además, no podemos vivir sin memoria porque sería negarnos a nosotros mismos.