En septiembre de 1980 el P. Pedro Arrupe, S.J. aprovechó un encuentro internacional de educadores jesuitas y laicos reunidos en Roma para reafirmar el papel importante que han tenido y seguirán teniendo los colegios de la Compañía de Jesús. Entre los puntos destacados, el P. Arrupe declaró que todo centro de educación de la Compañía de Jesús tenía que ser “fácilmente identificable como tal.” En otras palabras, que la “ignacianidad” de nuestros centros sea palpable.

El resultado de este encuentro fue la formación de la Comisión internacional para el apostolado de la educación de la Compañía (ICAJE) que luego elaboró el documento conocido como las Características de la educación de la Compañía de Jesús (1986). Su propósito fue el de modernizar el espíritu educativo elaborado en el antiguo Ratio Studiorum (1599), celebre texto que guió la educación jesuita por siglos, y actualizar la pedagogía ignaciana para un mundo moderno.
Podemos ver claramente que entre las 28 características articuladas en el documento de la ICAJE se destaca el carácter misionero y evangelizadora de nuestros colegios en cada una. Este énfasis resalta entonces la función de la pastoral de nuestros centros insistiendo que su labor tiene que necesariamente permear toda la institución para así mejor asegurar la “ignacianidad” que insistía el P. Arrupe. Es entonces la tarea continua de todos los centros de la Compañía de Jesús de evaluar su programa de estudio y, en particular, su programa pastoral a la luz de estas características y así mantenerse fiel a su misión.
El documento que sigue ha sido un esfuerzo por parte de la Pastoral Juvenil Ignaciana y el Sector Educativo de la Sección Dominicana de la Provincia de las Antillas para promulgar el trabajo pastoral en nuestras instituciones educativas y así mejor lograr lo que pidió el P. Arrupe, la ignacianidad de nuestros colegios.

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