En este año 2016, la fiesta de la Presentación del Señor, fiesta de toda la Vida Consagrada, la celebramos en medio de varios procesos sociales y eclesiales importantes. El Papa Francisco nos ha invitado a fortalecer dos dimensiones de nuestra vocación cristiana: en primer lugar, vivir el jubileo de la misericordia, precisamente en el momento en que experimentamos con amargura las fuerzas de la violencia en guerras interminables en el mundo y en el drama de la inseguridad de nuestras calles. En segundo lugar, el Papa nos ha invitado, a asumir con más seriedad nuestro compromiso con el cuidado de la casa común en la que habitamos. Al mismo tiempo, aquí en nuestro país, estamos de cara a un nuevo proceso electoral que nos llega cargado de desafíos, ensombrecido por la corrupción, la impunidad y el afán desmedido de poder a cualquier precio.

La Conferencia del Episcopado Dominicano ha dedicado también su carta de enero, en la fiesta de la Altagracia, a meditar desde la misericordia los urgentes desafíos de nuestra dura realidad.
En este contexto social y eclesial, renovar nuestra consagración religiosa es también renovar nuestro compromiso en esas tres dimensiones como tres llamadas a una profunda y valiente conversión personal e institucional:
1. Nos sentimos llamados a acoger y promover procesos de misericordia y justicia en medio de dolorosos conflictos que producen violencia y muerte.
2. Nos sentimos llamados a acoger y promover procesos de compromiso real con el entorno en que vivimos, con el cuidado de la naturaleza como nuestra casa común. Nos toca procurar promover todas aquellas prácticas culturales que entrañen conocimientos, valores y conductas sociales que hagan sostenibles nuestras ciudades, nuestros campos y nuestras zonas silvestres protegidas. Nos toca pensar y procurar escenarios donde el ser humano se pueda constituir en un auténtico cuidador del jardín de la tierra.
3. Nos sentimos llamados a acoger y promover procesos que favorezcan la participación libre y consciente en la elección de las autoridades políticas de nuestro país con mejor vocación de servicio, respeto a la vida, honestidad y sentido del bien común.
Agradecemos el apoyo, el estímulo y las numerosas iniciativas de todas las diócesis en las muchas celebraciones que hemos tenido a lo largo del año de la vida consagrada que concluye en el día de hoy. Al renovar, una vez más, nuestra propia consagración, en esta fiesta, imploramos al Señor, junto con el aumento de las vocaciones religiosas, la valentía para vivir con radicalidad nuestra propia conversión.
Unidos en la vocación y la misión,

Directiva de la CONDOR y de la CONDIS.
Santo Domingo, R.D.
2 de Febrero del 2016