La historia de la presencia de la Compañía de Jesus en República Dominicana durante estos 80 años es difícil de resumir. El padre José Luis Sáez dedicó dos tomos para mostrarnos lo que él llama un “bosquejo histórico” que no pretende decirlo todo, de los primeros 50 años. El primer volumen nos muestra los primeros 25 años (1936-1961) que podríamos considerar la etapa fundacional de crecimiento y expansión, que coincide con los años de la dictadura trujillista. El segundo volumen nos cuenta los siguientes 25 años que se extienden desde el 1962 al 1986, y que podríamos considerar como una etapa marcada por el conflicto, el cambio y la renovación. Faltaría por escribir la historia de los últimos 30 años que van del 1987 hasta hoy.
Después de la expulsión de los jesuitas de tierras dominicanas en el año 1767, la compañía de Jesús no volvería de manera formal hasta el año 1936 cuando asumió la misión fronteriza. Los dos primeros en llegar desde Santiago de Cuba, fueron los padres Ignacio Francia y Felipe Gallego que entraron al país por la Bahía de San Pedro de Macorís en un hidroavión el 25 de junio de 1936. Les recibió Monseñor Ricardo Pittini. Durante el mes de julio visitaron diversas parroquias y dieron los Ejercicios Espirituales hasta su llegada oficial a la parroquia Nuestra Señora del Rosario de Dajabón, entonces una pequeña capilla de madera con techo de zinc, el 1 de agosto del 1936 asumiendo la parroquia el día 8. Luego llegaron otros jesuitas: P. Segundo Vázquez González (5 de septiembre). Cuatro meses después llegaron el P. Eloy Mariscal (5 de enero 1937) y el H. Juan José Muñoa (6 de febrero 1937). Luego llegó el P. Andrés Álvarez (junio 1937) y el Hno. Raymundo Ortiz Plaza, el primero en dejar sus huesos en tierra dominicana el 27 de agosto de 1938. En el año 1939 llegó el padre Antonio López de Santa Anna. En los primeros veinte años de esa labor fronteriza pasaron por esos lugares 19 sacerdotes y tres hermanos.
La diversificación del trabajo apostólico empezaría en 1939 cuando el arzobispo Ricardo Pittini, S.D.B. solicita que los jesuitas se hagan cargo del colegio Padre Las Casas, del Santo Cerro, fundado por el anciano P. Francisco Fantino. Así comenzó el P. Felipe Gallego, pionero de la Misión Fronteriza, a atender la capellanía del Santo Cerro, hasta que el colegio del P. Fantino, fallecido el 4 de julio de ese año, se convierte en seminario menor de la Arquidiócesis. La obra se inauguró el 9 de marzo de 1940 con veinticinco seminaristas. A este trabajo seguiría en 1946 el traspaso de la formación sacerdotal, entonces en manos de los PP. Claretianos, a los jesuitas. Y así seguiría, incluyendo los dos traslados de su sede en 1948 y 1978, hasta la entrega del seminario mayor al clero diocesano en 1981.
De modo que muy temprano, desde los comienzos, la Compañía de Jesus recién llegada extendió su presencia desde la frontera norte al corazón del catolicismo dominicano en el santuario del Santo Cerro. Y casi inmediatamente se conectó también desde allí mismo con el corazón del proyecto eclesial asumiendo la formación del clero (responsabilidad que mantuvo de modo directo y constante durante más de 35 años)
Panteon-de-la-Patria
Además de ampliar o reconstruir unas 39 capillas de la zona fronteriza entre 1937 y 1957, los jesuitas gestionaron la instalación del Colegio Agrícola de Dajabón, abierto en 1945 bajo la dirección de los HH. Cruzados de San Juan Evangelista, y por parte del Estado asumen en 1952 la dirección del Instituto Politécnico Loyola en San Cristóbal. El 31 de julio de 1954 se abrirá la Casa de Ejercicios Manresa –Loyola, la primera de su tipo que existía en el país, seguida dos años después por la Casa Manresa-Altagracia (31 julio 1956). El 28 de octubre de ese mismo año se inician las labores de Radio Santa María en el Santo Cerro, al servicio de la recién creada Diócesis de La Vega. Al año siguiente (30 julio 1957) se erigía la Agrupación Católica Universitaria, copiada del modelo cubano de los años 30, dirigida por el P. Luis González-Posada, vicerrector de la Universidad de Santo Domingo. Antes de concluir la tiranía de Trujillo, se establece en Manresa-Loyola el 20 de agosto de 1960 el germen de lo que sería el Colegio Loyola, el primer colegio propiamente dicho que tenía la Compañía en Santo Domingo en el siglo XX. El Colegio, con una matrícula de 54 alumnos, se trasladaría a la Capital el 19 de septiembre de 1961 adaptando el antiguo pabellón español de la Feria de la Paz.
En los años siguientes se incorporarían el primer noviciado de las Antillas en la primera planta de Manresa-Loyola (15 agosto 1964), la residencia o casa social de Santo Domingo (24 noviembre 1963), la Escuela Primaria del Instituto Politécnico Loyola (19 marzo 1966), la nueva casa parroquial del Santo Cerro (3 diciembre 1966), el Filosofado de Santiago, conocido luego como Centro Bellarmino (31 julio 1968), la residencia social de Gurabo o CEFASA (4 diciembre 1973), la emisora radio Marién en Dajabón (23 agosto 1976), el noviciado de las Antillas, restablecido en 1972, ha ocupado dos locales en Santiago: El Ensueño a partir de 1972 y desde 1981 en Gurabo Arriba (km. 7 de la carretera Luperón), y por fin el traslado o instalación del Filosofado en el antiguo barrio de Mejoramiento Social (14 noviembre 1980).
En cuanto al trabajo parroquial, los jesuitas se hicieron cargo de la parroquia de la Santísima Trinidad (13 marzo 1962), la de San Lorenzo de Cutupú (1º octubre 1963), la parroquia Santo Domingo Savio de Los Guandules (31 julio 1969), la de Jesús Maestro en el barrio Los Maestros (30 agosto 1972), la de San Martín de Porres en Guachupita (7 marzo 1973), la de Los Remedios en Azua (28 diciembre 1976), aunque en forma provisional, y la parroquia de Las Uvas en La Vega (25 noviembre 1977). Entretanto, se dejaron el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino, y las parroquias del Santo Cerro, Loma de Cabrera y Restauración. Temporalmente, y en varios casos a título personal, también estuvo presente la Compañía en las parroquias o iglesias de San Pablo en Villa González (1964-1984), San Antonio de Guerra (1969-1972), Sagrado Corazón de Jesús en Cambita (1971-1972), San Isidro en Maimón (1973-1976), la Base Aérea de San Isidro (1975-), y la parroquia de Los Remedios de Azua (1976-2000). Agréguese a todo esto, el compromiso de varios jesuitas, a solicitud del obispo de aquella diócesis, con interés de establecer un centro social en La Romana en 1964, y luego como auxiliares en el santuario prácticamente desde 1969 hasta 1976, destacando en esa misión, a pesar de su edad, el P. José Herrero Hernández, S.J.
En los últimos 30 años (1986-2016) la presencia de la Compañía en territorio dominicano ha estado marcada por varios factores:
1) El relevo generacional de las vocaciones nativas que sobrevivieron a los fuertes cambios del postconcilio
2) La consolidación de un modelo de formación con vocación Caribeña (prenoviciado, noviciado y filosofado)
3) La incidencia en políticas públicas por medio de la reflexión y la acción de los Centros Sociales, las Emisoras de Radio y la Pastoral Materno Infantil
4) El crecimiento y la diversificación de la propuesta educativa
5) El aumento de las ofertas de Ejercicios Espirituales en sus diversas modalidades y el acompañamiento espiritual
6) La instauración de una cultura de trabajo juvenil y vocacional con diversas propuestas que esperan sistematización y articulación.
7) La formación y organización de un voluntariado ignaciano muy activo
En la actualidad, en RD, existen aproximadamente veinticinco (25) obras administradas por jesuitas. Contamos con: 7 Parroquias, 4 Centros de Espiritualidad, 2 Casas de Formación, 3 Centros sociales, 3 Emisoras de Radio, 2 Centros de Educación Superior, 2 Politécnicos, 1 Pastoral Materno Infantil, 1 Colegio y más de 40 Escuelas Públicas dirigidas por Fe y Alegría.
Hemos asumido como prioridad, en nuestro plan apostólico 2015-2022, los trabajos con jóvenes, la espiritualidad Ignaciana y el acompañamiento a las personas en situaciones de pobreza y exclusión social.
Contemplando esta historia nos sentimos agradecidos y en deuda con los compañeros que nos precedieron en la misión, dándonos testimonio de entrega, creatividad y servicio. Reconocemos que nuestras consolaciones se manifestaron por el camino del servicio humilde; nuestras desolaciones, en la falta de profundidad espiritual; y las llamadas del Señor nos llegaron a través del diálogo. Humilde integridad, profundidad espiritual y diálogo comunitario caracterizan nuestras experiencias fundantes. En fidelidad a lo mejor de esta tradición queremos celebrar profundizando la gratitud y el compromiso.
P. David Pantaleón sj 31 de julio 2016