Como muy bien sabemos, el Papa emérito, Benedicto XVI, con la Carta Apostólica “Porta Fidei”, declaró inaugurado el Año de la Fe, a partir del 11 de octubre de 2012, que va hasta el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey. El día 11 de octubre fue elegido porque en esa fecha se cumplían los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.

El texto inspirador para el título de la Carta Apostólica “Porta Fidei”, está tomado de Hech 14,27: “A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe”, que se refiere a la vida de comunión con Dios y que permite la entrada oficial en la Iglesia, que está siempre abierta para todos. La invitación concreta sigue presente en nuestros días, debemos cruzar el umbral y caminar con el Señor y con los hermanos.

Benedicto XVI justificaba la dedicación de un año específico al tema de la fe con la siguiente afirmación: una profunda crisis de fe afecta a muchas personas” (Porta Fidei, 2). El estudio, la reflexión personal y comunitaria de este año están respondiendo a esta dura realidad que está viviendo el mundo y la Iglesia.

En la Iglesia Universal y en cada una de las diócesis se ha organizado una serie de actividades para vivir este año de la fe. La Compañía de Jesús, en comunión con la Iglesia, ha tomado diversas iniciativas para comprometernos más explícitamente con el don de la fe, en el testimonio de vida y en el servicio en nuestra misión específica.

El P. General en su carta 2012/13, del 17 de octubre de 2012, a todos los Superiores Mayores, escribió sobre el año de la fe, en la cual invitaba “a toda la Compañía a que tome con empeño la llamada del Santo Padre y a que busque el modo de participar con pleno sentido y con un compromiso cada vez mayor, a nivel personal y comunitario, en este año tan especial para la Iglesia”. Más en concreto, dice el P. General: “pido a todos los Superiores Mayores que inviten a todas las comunidades  de sus provincias y regiones a dedicar un buen número de sus reuniones periódicas a orar y reflexionar juntos sobre las siguientes cuestiones: Contexto cultural y social, vida personal de fe, testimonio comunitario y servicio a la fe y nuestra respuesta.

 Sin duda en nuestra Provincias y Regiones debe haber ya un trabajo realizado; sin embargo, a partir del 13 de marzo de 2013, día en que fue elegido el Papa Francisco, se hizo más urgente nuestro estudio y reflexión de este tema. En el caso concreto de nuestras Asistencias debemos hacerlo dentro del contexto de la aplicación del Proyecto Apostólico Común (PAC) y la reconfiguración interna de nuestras Provincias, tomando en cuenta las nuevas exigencias de trabajo en red y colaboración entre provincias y sectores apostólicos.

Un modo de responder a las preguntas planteadas por el P. General podría ser desde el discernimiento espiritual personal y comunitario. San Ignacio, en las reglas de discernimiento de la primera semana, números 316 y 317, describe lo que es la consolación y la desolación, donde hace referencia explícita a la Fe, Esperanza y Caridad, tema clave en este año de la Fe.

En el número 316, en la tercera definición de consolación dice lo siguiente: “Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y cridad, y toda Leticia interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, aquietándola y pacificándola en su Criador y Señor”. En el número 317, cuando habla de Desolación, se refiere de la siguiente manera: “… moviendo a desconfianza, sin fe, sin esperanza y sin amor…

Notemos que San Ignacio las coloca juntas estas tres Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad. En la Consolación, la Fe y la Esperanza se orientan a la Caridad, esto es, al amor a Dios y al prójimo, que se traduce en servicio, fraternidad  y justicia; en la desolación, hay ausencia de Fe, Esperanza y Amor. Pero recordemos que los temas de Fe y Servicio, Fe y Justicia, los encontramos en la Fórmula del Instituto, donde se expresa que la Compañía de Jesús ha sido “fundada ante todo para la defensa de la fe y el provecho de las almas… reconciliar a los desavenidos, socorrer misericordiosamente y servir… y ejercitar todas las demás obras de caridad…” (Fórmula del Instituto aprobada por Julio III, el 21 de julio de 1550).

Sabemos que en la Congregación General 32 los temas de Fe y Justicia aparecen inseparables: “La misión de la Compañía de Jesús hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta, en cuanto forma parte de la reconciliación de los hombres exigida por la reconciliación de ellos mismos con Dios” (CG 32, d.4, 2).

Las respuestas a las preguntas que plantea el P. General, en su cara del 17 de octubre de 2012 las debemos discernir, mirando las consolaciones y desolaciones en el ámbito de la Fe, la Esperanza y la Caridad, la Fe y la Justicia, que se producen en nuestro interior en el cumplimiento de la misión que el Señor nos da en este momento histórico. Encomendemos este trabajo a nuestra Madre Santísima.

Gilberto Freire, SJ. Provincial de Ecuador