Religiosos Jesuitas y personas laicas que trabajan en instituciones educativas, sociales y eclesiales de diez territorios fronterizos de América Latina y el Caribe se reunieron en Cúcuta, en la frontera colombo-venezolana, del 22 al 24 de septiembre de 2014 con el objetivo de compartir y fortalecer los proyectos en estas zonas e invitar a sus instituciones a repensar su presencia en los territorios fronterizos y promover la dignidad de las personas que allí viven.

La Compañía de Jesús ha recibido la misión por parte de la Iglesia Católica de ir a las fronteras, ideológicas y físicas, y discernir la presencia de Dios que desde allí le invita a estar y trabajar con Él. Situados en las fronteras, tomamos conciencia que los más característico de estas zonas no son las demarcaciones que delimitan a un país de otro, sino las interacciones existentes entre las poblaciones locales, derivadas de formar parte de una misma macro-región natural, un intercambio poblacional y comercial histórico y, en algunos casos, una misma población originaria. Hemos contemplado la presencia de Dios en todas estas interacciones que se abren paso a pesar de los muros, los mecanismos de seguridad y los nacionalismos mal entendidos. En estos contextos toma mayor fuerza el mensaje del Papa de que somos y queremos ser “una Iglesia sin fronteras, madre de todos”.

Desde hace años, la Compañía de Jesús viene sirviendo a las comunidades fronterizas por medio de la educación, el acompañamiento pastoral y espiritual, unos programas de desarrollo y atención a la población migrante o refugiada. Al valorar el gran camino recorrido, reconocemos las debilidades que debemos superar para asumir los retos que estas regiones plantean. Estamos llamados a actuar en las fronteras con una mirada más amplia, de forma coordinada y en red tanto al interior como con otros actores. Todo esto nos demanda una conversión de la mente y del corazón.

Constatamos que la mayoría de los gobiernos nacionales no toman en cuenta las necesidades específicas de las poblaciones fronterizas e implementan políticas que no las benefician, con un enfoque exclusivo de seguridad nacional. A menudo las inversiones sociales son escasas y las medidas debilitan los gobiernos y los sujetos locales, acaban incrementando la irregularidad y la corrupción e impiden unas relaciones transfronterizas fluidas. Por ello llamamos a los gobiernos a potenciar las interacciones transfronterizas a través de políticas públicas, facilitando la regularización y la institucionalidad; posibilitando la participación local para definir planes territoriales que promuevan la vida digna en toda la región, iniciando por aquellos puntos que unen a las comunidades transfronterizas. Pedimos que se realicen las inversiones sociales que la región requiere en materia de educación, salud, trabajo, agua potable, vivienda, infraestructuras, etc. y que se preste atención a las violaciones de DDHH que suceden en estos puntos geográficos, especialmente contra las personas migrantes indocumentadas, desplazadas, deportadas o las solicitantes de asilo.

Las fronteras son codiciadas por diversos actores, nacionales e internacionales, con grandes intereses económicos. A menudo prima la búsqueda del mayor beneficio en detrimento de la población y el medio ambiente. Queriendo aprovechar la baja inversión del Estado y el gran desempleo, se implementan proyectos empresariales que ofrecen precarias condiciones laborales y un modelo extractivista que atenta contra el medioambiente. Urgimos al sector privado a realizar inversiones que respeten y potencien las dinámicas transfronterizas desde relaciones económicas justas, equitativas y ecológicamente sostenibles.

En las fronteras existe una rica experiencia de intercambios, pero también es cierto que en ellas hay dinámicas sociales de ilegalidad, exclusión y de actitudes xenófobas que ameritan ser enfrentadas con urgencia. Por ello hacemos un llamado a todas las comunidades fronterizas y a sus organizaciones a promover relaciones fraternas, interculturales y hospitalarias y desarrollar instituciones que aprovechen las ventajas de su posición geográfica para el bien común, sin incurrir en la violación de normas y leyes.

Finalmente entendemos que el reto principal para dar importancia a la frontera es construir el sujeto ciudadano transfronterizo: abierto a lo intercultural, protagonista de su territorio y que contribuye a una sociedad justa, inclusiva y fraterna. Las instituciones de la Compañía de Jesús nos comprometemos a articularnos entre nosotros y con otras redes y plataformas transfronterizas para contribuir a fortalecer y a promover este actor social.

Obras de la Compañía de Jesús
En las fronteras entre: EE UU y México, México y Guatemala, Panamá y Colombia, Colombia y Venezuela, Colombia y Ecuador, República Dominicana y Haití, Colombia y Brasil y Perú y, en fin, Bolivia y Chile y Perú.

Cúcuta, 26/09/14