Presentación del libro Benjamín,SJ
Apuntes de Manuel P. Maza Miquel, S.J.
25 agosto 2020

EL DISCERNIMIENTO La novedad del Espíritu y la astucia de la carcoma
Pensado y redactado poco a poco, con mucho tiempo.

Son palabras destiladas, maduradas y añejadas despacio.
Cuando hablamos de «discernir», estamos hablando de conocer para separar. No es un conocer neutro, es el conocer de alguien apasionado por el Reino.
Se trata de conocer dos realidades:
• La novedad del Espíritu: pide disponerse, libertad, apertura, a la novedad que nos desinstala. La verdadera apertura ocurre en la profundidad de nuestro propio ser.
• Astucia de la carcoma: saber que somos trabajados por dinamismos tan reales como ignorados. La carcoma vuelve inconsistente la novedad y la descalifica.
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MÁS EN DETALLE, LA OBRA DE BENJAMÍN ES MUY ÚTIL Y OPORTUNA PUES LLEVA A CABO SEIS TAREAS FUNDAMENTALES:
1.¿Qué es discernir?
¿Por qué es tan importante hoy en día?
Lo que no es el discernimiento.
¿Por qué hay que discernir?

2. ¿Cómo discernir?
Requisitos del discernimiento
¿Cuáles son los pasos necesarios, las fases de un proceso de discernimiento?
Uno de esos pasos importantes es caminar hacia tres profundidades:
• La hondura del discernimiento
• De nosotros mismos, conocer nuestra limitaciones
• De la realidad, acercándonos contemplativamente, ver cómo el Señor está actuando.

3. ¿Cómo se presentan las mociones del buen espíritu en nuestra vidas?

4. ¿Cómo milita contra nuestros buenos propósitos y decisiones el mal espíritu?

5. ¿Cuáles son los dinamismos de nuestra cultura que inciden negativamente en nuestras elecciones y qué oportunidades ofrece nuestra cultura a la novedad del Reino?

6. Nos adentra en varias relaciones provechosas.
• Contemplación de la vida de Jesús y discernimiento
• El corazón apasionado por el Reino anunciado por Jesús y la libertad.
• Cuando Jesús y el Reino marcan la diferencia, puedo ser indiferente.

RECORRIENDO LAS 4 PARTES DEL LIBRO.
________________________________________________________________________________1. El don del discernimiento__
1. Discernir es una gracia en medio de «tantas presiones astutas» . Hemos de pedir esa gracia.
«Discernir bien no es un desafío simplemente actual sino de todos los tiempos, de todo ser humano que intenta ser fiel a Dios y servir, con el fin de crear una vida de calidad humana para todos»

2. A tiempo y a destiempo: la lúcida insistencia del papa Francisco
El Papa Francisco nos exhorta , necesitamos formar sacerdotes en el discernimiento para que puedan ayudar a personas en su vida concreta, pues en la vida no todo es negro sobre blanco o blanco sobre negro. ¡No! En la vida prevalecen las sombras del gris. Ahora es el tiempo de enseñar a discernir en este gris»[3].

Vivimos en una cultura líquida, tan acelerada y cambiante, afirma Zygmunt Bauman:
Ahora realizamos actos de elección en una penosa (aunque incurable) incertidumbre y bajo la amenaza constante de “quedarnos atrás” y de ser excluidos del juego sin posibilidad de regresar a él por no haber respondido a las nuevas demandas»[7].

3. Lo que «no es» el discernimiento
El discernimiento no es :
• Inmovilismo.
• Algo determinado por reglas; luces verdes y rojas en cada esquina.
• Asuntos que se pueden resolver con leyes claras.
• Análisis ensimismado sino salida.
• Solo para personas muy instruidas.

DISCERNIMOS , PORQUE VIVIMOS
4. En las encrucijadas del mundo fragmentado
En nuestro discernimiento preguntamos cuál es la colaboración precisa que Dios propone a cada persona llamada a aportar su originalidad insustituible y a cada comunidad sustentada por el Espíritu y dinamizada por el don incesante de su carisma propio.
La novedad que Dios nos propone siempre tiene algo de transgresor, de impredecible.
El «no saber» afina nuestra sensibilidad para percibir el futuro que va a sorprendernos en medio de nuestros afanes.

PORQUE
5. Los «malos espíritus» que tientan, confunden y seducen.
El mal espíritu por excelencia, el Tentador, aparece enfrentando al mismo Jesús para confundirlo y devaluar su vida y su propuesta.
También somos tentados «bajo apariencia de bien»

PORQUE
6. Dios está viniendo siempre
¿Dónde está hoy el Señor «nuevamente encarnado» (Ej 109)? Karl Rahner lo expresa gráficamente: «Tú siempre estás viniendo…
Nosotros sentimos en nuestro corazón la acción de Dios, que nos propone algo concreto y nos va transformando para poder conocerlo, acogerlo y vivirlo.

Dios no puede brillar tanto que nos deslumbre y nos seduzca, ni esconderse tanto que nos perdamos, ni actuar con tanto poder que nos paralice, ni dar órdenes indiscutibles sin el tiempo y la distancia para que nosotros podamos elaborar las respuestas marcadas con nuestra propia originalidad. Dios se nos manifiesta en su justa cercanía, dejando el espacio para decir sí o no y para desarrollar nuestra propia creatividad, en pleno respeto a nuestra libertad
Dios respeta nuestra libertad sin desentenderse de nosotros
Dios nos necesita.

PORQUE
7. Las preguntas de Dios que abren el futuro
Dios también se acerca a nosotros con preguntas, que nos ayudan a detenernos para escuchar la realidad presente que nos turba o nos apresa y descubrir el futuro nuevo que emerge de su cercanía infinita, comprometida con nosotros.

PORQUE
8. El plan de Dios se revela progresivamente en el camino
No es como el itinerario de un tren.
El discernimiento no es solo un momento, un método que utilizamos puntualmente para llegar seguros a lo que se desea, a descubrir la propuesta de Dios, sino una dimensión de la vida cristiana que siempre tiene que estar activa, aunque en los momentos de crisis personal, institucional o de toda la sociedad cobra una importancia decisiva.
No solo son un peligro los discernimientos líquidos. También pretender hacer siempre discernimientos perfectos en su metodología y en su profundidad puede ser una trampa.

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2 En las entrañas del discernimiento

1. Pablo: el engaño fratricida de un hombre entregado a Dios

También hoy encontramos personas de Iglesia que pretenden extirpar la novedad salvadora de Dios, que apunta pequeña por todas partes como una primavera, y que el papa Francisco, entre otras innumerables personas, anuncia con alegría y defiende con tenacidad y fortaleza.

¿Qué sucede en nuestro corazón, que no deja que nuestros ojos vean la salvación de Dios?

2. Un texto orientador en la complejidad de las encrucijadas

Nos puede situar en todo proceso de discernimiento (cf. Rom 11,33–12,21).
a- La admiración de la obra de Dios en la historia es el punto de partida: él es el camino y meta del universo (cf. Rom 11,36).
b- acoger el amor tierno de Dios y ofrecer la propia existencia como Dios nos ofrece la suya
c- Desde la nueva mentalidad del Evangelio es posible «distinguir lo que es la voluntad de Dios» para entregarnos a ella. No a la del mundo.
d- Cada uno se entrega según el don recibido de Dios.
e- Somos un solo cuerpo con dones diferentes. Si un órgano no funciona bien, no solo se priva al cuerpo de esa habilidad, sino que la calidad de todos los demás órganos se deteriora
f- Acogiendo la propuesta original de Dios en el discernimiento, seremos su presencia nueva en el mundo:
g- Tenemos que discernir el camino que Dios nos propone a cada uno dentro de una comunidad que busca encarnar en el mundo la presencia siempre nueva de Jesús, la expresión del amor liberador e inagotable de Dios al mundo.

«El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios… . Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor,

EL DISCERNIMIENTO NOS LLEVA
3. La peregrinación hacia las entrañas del propio yo
Discernir significa «separar», «cernir». El trigo de los desechos.
Necesitamos una atención especial cuando Dios nos propone algo nuevo, que nos resulta amenazante y que altera nuestro futuro y el de otras personas vinculadas a nosotros. Nos vamos a detener en los principales elementos interiores que están implicados en nuestro discernimiento. El gran creador que es Pablo nos ayudará en ese intento. Luchando contra tantas fuerzas que nos impulsan

Entrar dentro de sí como el hijo Pródigo.
«Entrar dentro de sí quiere decir, en el fondo, salir de sí» (G. Marcel),
Experimentar a Dios como Padre.
En este proceso de «salir de sí», situamos en el centro de nuestra interioridad la persona de Jesús. [contemplándola] Cada misterio tiene una gracia para mí, en este momento preciso en que contemplo. La descubro, la aclaro y la acojo

«Las contemplaciones de la vida de Jesús desembocan así, con toda normalidad, en el discernimiento, como en su desenlace esperado. Lo hacen posible y previsible. Ambos elementos, contemplación y discernimiento, se condicionan y reclaman mutuamente. En efecto, el ejercitante contempla los misterios de la vida de Cristo para más amarle y seguirle (cf. Ej 104) y, a su vez, el discernimiento se realiza, siempre y solo, “juntamente contemplando” la vida de Jesús (cf. Ej 135)»[15].

[14] Ibid., 169. [15] A. GUILLÉN – P. ALONSO – D. MOLLÁ, Ayudar y aprovechar a otros muchos. Dar y hacer Ejercicios ignacianos, Mensajero, Bilbao 2018, 30.

En la peregrinación hasta el fondo de nosotros mismos, comprenderemos las dinámicas que nos carcomen con astucia

4. La peregrinación hacia la hondura del mundo, donde Dios trabaja
En la hondura de la realidad, Pablo descubrirá al Dios que está llegando constantemente a la vida humana.
El discernimiento supone una mirada que respeta la realidad como es, sin idealizarla esparciendo sobre las superficies pintura del color que nos gusta para no tener que verla y dejarnos cuestionar por la negatividad que la destruye. Pero también sin demonizarla,
Ignacio, en los Ejercicios espirituales, también nos enseña a contemplar cómo Dios mira, a mirar como él y a dejarnos mirar por él
Existe un lugar privilegiado para mirar la realidad: los pobres, las periferias existenciales

EL ACERCAMIENTO CONTEMPLATIVO A LA REALIDAD
Existe un acercamiento científico a la realidad. Es necesario, pero no basta. Existe, además, un acercamiento contemplativo a la misma realidad. Podemos tomar como itinerario contemplativo el que presenta Ignacio en los Ejercicios, en la contemplación del nacimiento de Jesús, pobre y humilde, en el pesebre de Belén (cf. Ej 114):

a) «Como si presente me hallase». No contemplamos desde la distancia aséptica de un científico, con guantes y mascarilla, balanzas y microscopios, sino desde la implicación, desde la cercanía y desde el querer ser solidarios. La contemplación verdadera lleva dentro la implicación con lo que se va a descubrir, y la posible complicación al comprometernos con esa novedad.

b) Me acerco «haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno», dejando a un lado todo abordaje desde el poder y la autosuficiencia de nuestros programas y saberes. No es una imagen de infravaloración sino de servicio a la novedad impredecible de Dios, que va a rasgar la superficie de la monotonía que vemos sin salida ni futuro.

c) «Mirándolos, contemplándolos». Al mirar, fijamos libremente los ojos en una realidad, en medio de tantas otras que llaman a la puerta de nuestros sentidos. Contemplar significa posar la mirada con un ritmo despojado de prisa y de codicia, en una actitud de acogida de un misterio hondo, que se nos va revelando a su ritmo y su medida, en el tiempo maduro, sin ajustarse a nuestras impaciencias y calendarios que devoran los instantes.

d) «Sirviéndolos en sus necesidades»: en las suyas, las que hemos descubierto en la contemplación, no en las mías, que yo podría estar buscando satisfacer con la acción de ayudar, falseando radicalmente el servicio. Sus necesidades no siempre coinciden con sus expectativas ni con las mías. En muchas ocasiones, por razones que no son siempre conscientes, servimos a los demás en sus expectativas porque así nosotros recibimos la remuneración fácil de la fama, o les servimos en nuestras necesidades para llenar vacíos personales o sueños ajenos que nos han invadido. Jesús en Belén no solo es un niño recién nacido sino un niño pobre, memoria de todos los pobres a los que nos tenemos que acercar con reverencia contemplativa para servirlos en sus necesidades. ¡Cuántas imágenes de «famosos» se exhiben comprando fama y prestigio en su ayuda aséptica y televisada a los necesitados del mundo!

e) «Con todo acatamiento y reverencia posible». En realidad, es al misterio encarnado de Dios al que nos acercamos en cualquier encuentro y al que cuidamos en su fragilidad de recién nacido, acatando, acogiendo con reverencia y devoción el don de Dios, sin tratar de cosechar el que nosotros podríamos soñar. La reverencia a Dios se extiende a toda criatura.

5. La transparencia de la mirada: «solamente» (Ej 23) y «puramente» (Ej 46)
Se pueden tener los ojos abiertos y no ver la realidad, porque nuestro corazón está ciego y seducido por los intereses de los dioses de este mundo.

Admitir la ambigüedad de nuestras motivaciones nos hace humildes, y tratar de reconocerlas y darles nombre nos hace lúcidos.

Cuando la pasión por Dios arde en el centro de nuestro corazón, nos parecemos a las virutas de hierro esparcidas sobre la mesa cuando son atraídas por un imán potente: ignorando la inercia de la gravedad y el desorden del descuido, acuden todas al instante y se ordenan según la fuerza magnética, que las organiza en un dibujo original.

6. La libertad del corazón: afecciones desordenadas (personales y comunitarias)

Al entrar dentro de nosotros, descubrimos «afecciones desordenadas», que nos atan con vínculos afectivos a personas, lugares, actividades, instituciones, ideologías…

Dice san Juan de la Cruz: «Porque eso me da que un ave esté asida a un hilo delgado que a uno grueso; porque, aunque sea delgado, tan asida se estará a él como al grueso, en tanto que no le quebrare para volar. Verdad es que el delgado es más fácil de quebrar, pero, por fácil que es, si no le quiebra, no volará»[16].

San Ignacio llama «indiferencia» a la libertad del corazón. No significa ser fríos y distantes ante las personas, las cosas y los proyectos; no se trata de matar nuestros deseos sino de ordenarlos.

Las afecciones desordenadas también pueden ser comunitarias

Solo un corazón apasionado por Dios y su proyecto será capaz de liberarse para la entrega a un futuro sin estrenar, que desborda lo previsible por nosotros

7. El realismo de la encarnación en nosotros del don original de Dios

Santa Teresa: «A mi parecer jamás nos acabamos de conocer si no procuramos de conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza; y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes» (Moradas I, 2, 9).

«Nuestra cultura no tiene capacidad de renuncia» (Z. Bauman).

Una persona mortificada no es la que aparta de sí cualquier satisfacción corporal
La mortificación es dejar morir en nuestro cuerpo lo que no nos ayuda a crear el reino de Dios

Nos tenemos que liberar de las actitudes devoradoras

Negar lo que nos conduce a pecado.
Usar de lo que nos descansa y nos permite durar en el servicio.

8. Lucidez evangélica PARA DISCERNIR: el humo tóxico de la cátedra y la fecundidad de la tierra desnuda

PABLO ERA CONSCIENTE DE SUS LIMITACIONES «No hago el bien que quiero; el mal que no quiero, eso es lo que ejecuto» (Rom 7,19). «Pero ¡cuántas gracias le doy a Dios por Jesús, Mesías, Señor nuestro!» (Rom 7,25). Podemos ser abnegados y mortificados, pero ¿hacia dónde ir?

¿Cuáles son los caminos que debemos roturar con Jesús? Nuestra buena voluntad puede ser secuestrada por el engaño.

Pablo es lúcido con respecto a la batalla que se libra dentro de sí mismo. Pero no se considera un hombre definitivamente preso.

Lo que tratamos de discernir es «la vida verdadera» (Ej 139) que Jesús nos ha traído y nos ofrece para todos hoy en cada coyuntura

El enemigo de la «vida verdadera» se sienta en una cátedra llamativa y cotizada, poderosa; está rodeado de un humo tóxico que confunde la mirada, se alza vano hacia los cielos y se diluye cayendo sobre la tierra, contaminando el aliento vital de todo lo que existe.
Su metodología es el engaño de las redes invisibles, escondidas al paso del confiado, que se convierten después en cadenas manifiestas e irrompibles.
Su camino empieza con la acumulación de cualquier tipo de riquezas, pasa por el honor vano y volátil de la opinión pública y termina en orgullo que mira de arriba abajo, ignorando a las personas y deteriorando las relaciones.

Jesús es el camino contrario. Ignacio nos lo presenta en un lugar «humilde, hermoso y gracioso» (Ej 144). Lo que se dice del espacio se dice también de Jesús.
La «vida verdadera» es propuesta en una relación cercana, de amistad y de servicio, sobre la fecundidad de la tierra desnuda, despojada de toda losa sobre la que construir los sueños del propio ego.
Se encuentra en el pobre de corazón que se acerca a los demás como amigo y servidor, lejos de todo trasfondo mercantil; en esas relaciones se crea la vida verdadera.
La contemplación sosegada del Jesús pobre y humilde del Evangelio va posibilitando que su propuesta se convierta en la sabiduría encarnada en nosotros, que nos oriente en todo discernimiento

9. El afinado y creciente darnos cuenta: «Mucho examinar» (Ej 319)
La importancia del conocimiento propio.
El conocimiento propio es algo clave y difícil.
Santa Teresa nos dice que es un don de Dios: «Tengo por mayor merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración»[20] Las diferentes reglas que Ignacio propone en los Ejercicios nos pueden ayudar a ser lúcidos sobre dimensiones importantes de nuestra vida que podrían pasar desapercibidas.
No solo las leemos como normas sino también como espejos que nos reflejan lo que somos, aun en los pequeños detalles de la cotidianidad.
Las reglas presuponen siempre una experiencia de Dios inspirada en la contemplación de Jesús. Sin esta experiencia se convierten en una ascesis falsa, rígida y sin sabor.

Para Ignacio es fundamental darnos cuenta de lo que vivimos interiormente: cómo actúan en nosotros el buen espíritu que nos construye y el malo que nos dispersa,
lo que nos integra y lo que nos desintegra,
los dinamismos sanos que configuran nuestra persona y las heridas persistentes del pasado por donde se desangran nuestras buenas intenciones,
las experiencias que nunca dejan de manar futuro limpio y el «punto flaco» por donde somos más vulnerables y seremos constantemente atacados (cf. Ej 327).

Para descubrir nuestro talón de Aquiles, Benjamín nos recuerda los exámenes, de la oración, particular, para confesarse, general.

En la medida en que, al final de cada día, constatamos dónde se nos ha revelado Dios en la realidad y le damos gracias… … nuestra sensibilidad se va transformando y nos vamos convirtiendo en contemplativos en la acción, en verdaderos místicos de ojos abiertos.

En nosotros se da una permanente necesidad de distinguir los espíritus que nos construyen de los que nos perturban y nos rompen.

las consolaciones y las desolaciones (cf. Ej 313-336).
– En la consolación experimentamos claridad y lucidez espiritual en el pensamiento, alegría y unión con Dios en la afectividad, ligereza en nuestro cuerpo, sentido en lo que vivimos, ánimo y creatividad en nuestra misión, aumento de fe, esperanza y caridad en nuestro espíritu. Incluso podemos ser consolados en las lágrimas de dolor por nuestros pecados y al acompañar a Jesús en su pasión.
– En la desolación experimentamos todo lo contrario: confusión y oscuridad en nuestro pensamiento, tristeza y amargura en la afectividad, pesadumbre en el cuerpo, sinsentido en lo que hacemos, tentaciones persistentes contra la vida evangélica, con inclinación a cosas bajas y terrenas

Hay, pues, un principio fundamental: lo propio de Dios y de sus ángeles es consolar, «dar verdadera alegría y gozo espiritual»; lo propio del enemigo es «militar» contra esa alegría «trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias» (Ej 329). El engaño, con todas sus sutilezas, es su manera preferida de actuar.

En tiempo de desolación, Ignacio nos propone «no hacer mudanza»
La consolación también hay que discernirla. Solo Dios nos puede dar consolación «sin causa precedente» (Ej 330)
Las diferentes reglas ayudan a la lucidez interior y a la ordenación de la vida con libertad.

10. El espíritu generoso: el «más», deseo y horizonte
No se trata de discernir para hacer cualquier cosa buena sino para escoger lo que el Señor nos propone en un momento determinado, convencidos de que es lo mejor para el Reino y para nosotros mismos. Dios se alía con nosotros.
El «más» es una alianza con Dios, no una exhibición voluntarista y circense.

Los cuatro más de los binarios
• A Dios, la suma bondad, le respondemos con lo que más gloria sea.
• Pedimos escoger lo que sea de más gloria y de más salvación de nuestra alma
• El mayor servicio.
• Nos propone lo que «más […] salud de mi ánima sea» (Ej 152).
Este aspecto es muy importante, pues a veces podemos olvidar las limitadas posibilidades que somos y tenemos.
Nos creemos más de lo que somos y nos rompemos por asumir cargas para las que no tenemos los hombros formados, o podemos encogernos como pergaminos de historias viejas, porque nos minimizamos sin misericordia.
Es posible exprimirnos a nosotros mismos hasta la ruptura personal por pretender acelerar la hora, ignorando los ritmos del Reino y los de la propia persona. No podemos someter la realidad a las exigencias de nuestra impaciencia ni de nuestras programaciones. Necesitamos entrar en el tiempo de Dios y de la debilidad humana, que él ha asumido como propia en la encarnación de su Hijo.

BUSCAMOS La gloria de Dios podemos confundirla con glorias humanas personales, de la propia congregación, de la Iglesia, que, en muchas ocasiones, no tienen nada que ver con la gloria de Dios, la cual brilló en su máxima expresión en el don de sí mismo cuando fue crucificado. Podemos proyectar sobre Dios la gloria nuestra de reconocimientos, números, éxitos, títulos, aplausos y poder.

En el Evangelio constatamos cómo Jesús vive en proceso constante de discernimiento. No busca hacer simplemente cosas buenas sino la propuesta del Padre

En el trasfondo de toda decisión verdadera y generosa está siempre el misterio de la cruz. Mientras no podamos verla como señal del amor hasta el extremo, esquivaremos las propuestas de Dios.

11. Conocer, acoger, ofrecer y confirmar la propuesta de Dios
En el encuentro personal con Dios, mientras estoy lúcidamente situado en la realidad, voy discerniendo la propuesta que me hace y mi respuesta a esa llamada.
Para no atropellar las decisiones y abortar los procesos, ignorando lo que realmente somos, es muy importante estar atentos a los ritmos que implican los diferentes procesos de discernimiento. San Ignacio dice que hay tres «tiempos» diferentes en esta búsqueda:
1) Cuando, sin poder dudar, siento con claridad la llamada concreta del Señor y la alegría de poder responder con un «sí» que me deja en gran paz (cf. Ej 175).
2) Un segundo tiempo, cuando voy sintiendo alternancia de consolaciones y desolaciones, hasta que llega un momento en que se clarifican en mí la propuesta de Dios y mi respuesta (cf. Ej 176). 3) Un tercer tiempo en que, desde la razón iluminada por la fe, voy examinando lo que veo a favor o en contra de tomar una decisión, hasta que siento con claridad hacia dónde me inclino (cf. Ej 177).

En nuestra cultura siempre cambiante, hay una tendencia a decir «sí» a lo que escogemos, pero sin decir «no» a lo que dejamos, de manera que queda una puerta abierta ante cualquier eventualidad.

12. Clarificar y compartir la experiencia

En la fundación de la Compañía de Jesús en la universidad de París, la «conversación espiritual» estuvo muy presente desde los inicios de la configuración de aquel grupo de «amigos en el Señor». Orando y conversando sobre su experiencia espiritual, sus consolaciones y desolaciones, se iban uniendo todos los compañeros desde las dimensiones más hondas de sí mismos, allí donde Dios actúa. Juntos fueron aprendiendo a distinguir la acción de Dios y a sentir cómo él iba configurando un grupo dotado de una novedad que los admiraba a ellos mismos antes de sorprender a los demás. Se discierne desde la experiencia personal y comunitaria de Dios. Necesitamos reconocerla, nombrarla y compartirla con sencillez y verdad.

13. Un don de Dios a los humildes
No está en juego solo un bienestar temporal, ni la satisfacción de hacer algo útil, ni siquiera el deseo de tener la conciencia tranquila. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia, que nadie conoce mejor que él. El discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que él ha enviado: Jesucristo (cf. Jn 17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25)»[23].

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3 Modo de proceder en el discernimiento comunitario

1. La comunidad es un cuerpo, un himno orquestado

2. Presupuestos del discernimiento comunitario

a) Si no hay una vida de oración que incluya discernimiento personal, no hay modo de afinar nuestros puntos de vista según la inspiración evangélica que nos llega en cada momento concreto desde el Espíritu. Tal vez solo nos quedemos en puntos de vista «sensatos», «razonables». En muchos momentos la sabiduría del Evangelio suena a locura y a insensatez. «La locura de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios, más potente que los hombres» (1 Cor 1,25).

b) Si no tenemos discernimiento personal en el que vamos conociendo, purificando y reconfigurando nuestra sensibilidad espiritual según el Espíritu de Jesús, ¿cómo podremos participar del discernimiento comunitario, aportando mociones evangélicas y acogiendo otras propuestas en esa misma sintonía, que respeten la novedad de Dios?

c) Necesitamos estar atentos a las mociones que vamos sintiendo en la vida ordinaria, en medio de las actividades tenidas entre las diferentes reuniones para discernir. Los procesos espirituales no tienen horario ni espacio definido. Intuiciones profundas pueden llenarnos de claridad y de certeza mientras nos ocupamos en las actividades cotidianas.

d) La indiferencia, es decir, la libertad del corazón generoso que posibilita dejar fuera mi opinión y asumir otra diferente, que el grupo discierne como propuesta de Dios, debe estar presente desde antes de comenzar el discernimiento, porque condiciona la expresión de lo que yo siento y manifiesto, así como la manera de decirlo y la escucha de lo que los demás exponen. Eso no excluye que pueda causar sufrimiento el asumir la decisión que no va con mis simpatías y que necesite tiempo para acoger con toda mi persona la paz, que es don del Espíritu.

e) Todos los que participan en el discernimiento deben estar bien informados. Puede haber situaciones en las que existen datos de personas que no se pueden compartir, pero este hecho no se puede utilizar como pretexto para encubrir elementos que podrían inclinar la balanza en otra dirección diferente de la que a mí me gustaría sacar adelante.

f) Antes de empezar un discernimiento, es necesario fijar con precisión el punto que vamos a discernir y estudiar bien la metodología que vamos a seguir, pues hay muchas modalidades en las que se puede implementar. Hay que fijar un modo de proceder en el que todos, en la medida de lo posible, estén de acuerdo. Especialmente claro debe quedar quién es el responsable de tomar la decisión final.

g) No podemos eternizarnos en un discernimiento difícil, pero también hay que saber esperar el tiempo de maduración de una decisión consistente. La prisa aborta gestaciones. La dilación enfría el corazón. El responsable del discernimiento necesita percibir con nitidez el momento de concluir, sobre todo cuando no se llega a una decisión por consenso sino simplemente por mayoría.

h) Es fundamental tener en cuenta el tiempo del corazón, la importancia decisiva que tiene la afectividad espiritual en toda decisión comunitaria, para que el discernimiento no acabe en una división entre vencedores y vencidos sino en el mayor consenso posible. «

3. Modo de proceder

3.1. Disponernos para discernir
El corazón tiene que estar libre de «afectos desordenados» para buscar la propuesta de Dios. Yo no intento conseguir una meta personal, lo que más me gusta a mí, lo que yo domino mejor, lo que puede ser un peldaño para reforzar mi poder y mis alianzas.

Por eso oramos y mantenemos una actitud profunda de escucha de Dios y de las personas. Nuestro corazón posee siempre una dosis de ambigüedad en sus motivaciones, que crea afecciones desordenadas. Nadie está completamente libre de ambigüedades, pero si somos conscientes de ellas y las tenemos en cuenta, nuestro discernimiento será de más calidad evangélica. La oración acompaña el discernimiento en todo su proceso, desde la propuesta del punto que se va a discernir hasta la manera de asumir la decisión final. Solo en ese clima de escucha de Dios se encuentra la manera de escuchar a los demás y decidir unidos. Es fundamental crear un clima donde se pueda compartir a nivel de experiencia espiritual, con sencillez, transparencia y libertad. No se trata de un debate sobre ideas sino de un compartir experiencias espirituales y razones nacidas en la oración personal y comunitaria. Actualmente nos encontramos con situaciones en las que, en algunas instituciones, participan de los procesos de discernimiento personas que no son creyentes o que profesan otras religiones. Lo importante es si se sienten identificados con la mística de la obra en la que trabajan y si tienen vida espiritual, si son capaces de escuchar la hondura de su corazón, donde el Espíritu se comunica de manera única con cada existencia humana.

3.2. Presentar con claridad lo que se va a discernir y el modo de proceder El discernimiento es siempre sobre cosas buenas, no entre algo bueno y algo malo. No todas las opciones son de la misma calidad evangélica, no todas son las que «mejor» acogen la propuesta de Dios. El discernimiento está orientado a conocer esa propuesta de Dios y escogerla como una opción personal y comunitaria. Somos conscientes de que, al decir «sí» a una opción, estamos diciendo «no» a las demás posibilidades, que dejamos morir.

3.3. Oración personal Llevamos a la oración lo que se ha propuesto y recogemos lo que hemos experimentado, lo que vemos con claridad y lo que solo entrevemos confusamente. Hay realidades que son muy complejas y que solo poco a poco se van esclareciendo. Tenemos en cuenta las mociones que experimentamos en la oración. Hermann Rodríguez describe con precisión las posibles mociones que después compartiremos: «Racionales o cerebrales: ideas, pensamientos, reflexiones, valores… Afectivas o cordiales: sentimientos, emociones, afectos, pasiones… Sensibles o viscerales: sensaciones, impulsos, instintos, deseos…»[29]. Además de constatar lo que sentimos, tratamos de discernir si las mociones son del buen espíritu o del malo, si crean más vida evangélica o si nos desvían de ella.

3.4. Compartir en común Compartimos lo que cada uno experimentó en la oración. No es respetuoso con el proceso ir cambiando lo que vamos a decir a medida que escuchamos lo que expresan los demás. Es el momento para la escucha atenta de los otros, en un contexto en el que caben todas las diferencias. Es nefasto no escuchar bien las visiones divergentes y no dialogar con ellas. Si no son escuchadas, nos estamos privando de puntos de vista que ofrecen posibilidades nuevas, que pueden ayudar a matizar el conjunto del discernimiento. Si no se escuchan ni se oran, se enconarán, quedándose enquistadas, y pueden ser más tarde un freno permanente, de efectos destructores.

3.5. Llevar a la oración lo escuchado. Acogemos y oramos todo lo oído y lo contrastamos con lo que nosotros mismos habíamos sentido. Abrimos un espacio y un tiempo donde lo diverso resuene dentro de nosotros. Tratamos de formular una propuesta que dialoga con lo que han expresado los demás. Elaboramos nuestra propia propuesta. Según la modalidad de discernimiento que hayamos escogido y el punto que se vaya a discernir, este tiempo tendrá duraciones diferentes.

3.6. Diálogo abierto. Cada uno expone lo que ha sentido en la oración y escucha a los demás, y se abre un diálogo respetuoso para tratar de llegar a una propuesta común. El intercambio ayuda a avanzar en la búsqueda y definición precisa de lo nuevo que Dios nos propone.

3.7. Decisión Lo ideal es llegar a un consenso en la decisión, pero no siempre es posible. Se intenta buscar lo más acorde con lo experimentado por cada uno. Si no hay consenso, se puede volver a la oración de nuevo y compartir lo que vamos viviendo. Si no se logra el consenso, cabe proceder por mayoría de votos, tratando de que todos puedan asumir la decisión con paz. En cuestiones muy complejas y de mucha trascendencia, es bueno seguir dialogando y orando hasta que el consenso sea lo más unánime posible. Tenemos en cuenta los diferentes tiempos para tomar una decisión (cf. Ej 175-178). Nadie debe salir de un discernimiento sintiéndose un perdedor porque no ha salido lo que él pensaba. Siempre hay que ser muy respetuosos de las diferencias, de las minorías que ven las cosas de otra manera. El discernimiento no es para aplastar lo diferente sino para integrarlo de tal manera que todos podamos estar «de acuerdo» (de corazón) y colaborar con gusto en la realización de lo acordado, aunque no seamos todos exactamente de la misma opinión. Es distinto de un debate en el que unos ganan y otros se quedan con la sensación de ser los perdedores.

3.8. Confirmación1 Los discernimientos bien hechos se confirman con la paz y unión que siente el grupo y que lo unifica desde dentro. Presentamos la decisión ante el Señor para que nos la confirme[30]. La persona responsable toma la decisión. En la práctica, constatamos que existen iniciativas muy creadoras –y respetuosas del grupo– que podemos seguir, porque respetan el sentido profundo del discernimiento, sin que haya que aplicar cada paso del proceso con la precisión científica con la que se mezclan una serie de ingredientes químicos en un laboratorio.

4. La tentación de los discernimientos perfectos

En una provincia de la Compañía de Jesús, el discernimiento de jesuitas y colaboradores en la misma misión se realizó en torno a estos puntos:
1) Se fija con claridad el punto que se va a discernir.
2) A nivel de sentimientos espontáneos: ¿qué siento ante este tema?
3) Desde la mirada y el corazón de Dios, en clima de oración: ¿Qué me genera luz, paz o alegría? ¿Qué me provoca inquietud, desasosiego u oscuridad?
4) Una vez escuchadas las mociones, se dejan cinco o diez minutos para integrar lo escuchado y acoger las llamadas que el Señor nos hace. – Desde la raíz de lo escuchado, ¿qué llamadas siento? ¿A qué opciones concretas me siento más llamada/o?

5. Discernimiento en las fronteras para morir: los monjes de Tibhirine

6. Discernimiento en el centro para nacer: comienzos de la Compañía de Jesús

Nuestros primeros padres fueron capaces de discernir juntos la llamada que, como grupo, Dios les dirigía, porque habían tenido experiencia de la gracia de Cristo que los hacía libres.
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4 Discernir en tiempos de poda personal, comunitaria e institucional
1. La novedad de Dios en las pasividades de disminución
Padre Arrupe: les aseguro que saberme y sentirme en sus manos es una profunda experiencia»[35].
Tiempos de plenitud.

Afirma Teilhard de Chardin que nosotros experimentamos pasividades de crecimiento y de disminución.

Al final de las disminuciones está la muerte. Sorprendentemente, hay que tener muy claro que todos estos procesos de disminución no nos van encaminando necesariamente hacia el aniquilamiento sino hacia la plenitud de la vida.

En nuestra cultura se realiza un «lifting del lenguaje» (G. Lipovetsky) para remendar las apariencias sin tener que enfrentar la dureza de lo real, la negatividad que nos asalta.

Jesús vino a «liberar a todos los que, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos» (Heb 2,15). Resucitamos desde la misma profundidad en la que morimos.

2. La poda de los números y la multiplicación de los desafíos
Necesitamos descubrir a Dios en los mismos cambios de la cultura, pues el Espíritu trabaja ahí.

Son tiempos de poda. También de Pascua. La limitación de los números en la vida religiosa es evidente, pero, al mismo tiempo, se van creando nuevas conexiones entre las distintas congregaciones en proyectos intercongregacionales.

La vida consagrada y las comunidades cristianas no se miden por los números ni por la cantidad de cosas que hacen.
No basta vivir la pérdida como tiempo de resignación y de resistencia dolorida. Necesitamos vivirla como tiempo de creatividad y de vida, pidiéndole al Señor que nos dé sensibilidad para percibir las innumerables señales pequeñas de esta gestación y ánimo para cuidarlas como el futuro que Dios nos regala.

3. Espacios de futuro: la calidez de la intimidad y la angustia de Getsemaní
Al vivir Jesús el límite humano en toda su crudeza, se convierte en referente nuestro para descubrir la vida precisamente donde se encuentra más destruida
3.1. La lucidez de Jesús al mirar la realidad Llama a las cosas por su nombre.

3.2. La afirmación del futuro indetenible
En esa situación cerrada, Jesús realiza dos gestos de vida : compartir el pan y el vino, que es alimentarse de la vida suya que vence a la muerte, y servir a los demás lavándoles los pies

Esas dos acciones, que parecen tan inofensivas, llevan dentro una fuerza que supera todas las lógicas y proyectos de los poderes que dominan.

3.3. Bajo el poder de las tinieblas.
Hay dos maneras de afrontar la situación: vigilar y orar o la fuga en el sueño.

3.4. La actitud que genera el futuro
La fortaleza con la que Jesús enfrenta la situación, sin dejarse desintegrar ni entrar en esquemas de huida y de violencia, posibilitará que su desaparición pública en el Calvario se convierta para los discípulos en otra forma de presencia íntima después de la resurrección, que vencerá a las instituciones judías y romanas. La resurrección no llegó solamente desde el Padre, que acogió a Jesús, sino desde la vida definitiva que Jesús ya llevaba dentro de sí mismo antes de la pasión y que no pudo ser destruida por las sentencias ni por los clavos, ni encerrada rotundamente en el sepulcro. Por el centro de nosotros mismos y de las situaciones humanas ya corre ahora, con una discreción infinita, la vida eterna que lo dinamiza todo.

4. El límite, espacio y tiempo donde acaba lo viejo y empieza lo nuevo
Dios nos ha creado limitados. Infinito solo puede haber uno. El límite es un muro que nos dice: «Se acabó, no hay paso». Al mismo tiempo, es también una puerta que se abre hacia nuevas posibilidades sin estrenar. Somos limitados, pero en comunión con el Ilimitado y con los demás seres limitados que complementan nuestra existencia.

En los procesos de disminución, cuando nuevos límites amputan la existencia personal, comunitaria o familiar, nos tenemos que preguntar: ¿cuál es la novedad de Dios que brota ahora? ¿Por dónde vamos creciendo en medio de esta pérdida dolorosa?

5. Parábolas del límite: la vid podada, el surco y el vientre materno son espacios donde nace el futuro
¿Dónde situar los límites, las pérdidas, las podas para que la vida nueva pueda nacer? El evangelista Juan recoge tres parábolas que nos ayudan a vivir nuestras pasividades: la semilla enterrada (cf. Jn 12,24), la poda de la vid (cf. Jn 15,1s) y la mujer embarazada (cf. Jn 16,21).

En las tres parábolas de Jesús, el final es la vida nueva, que atraviesa diferentes etapas. Cada una de ellas tiene su tiempo y su cuidado. Ninguna se puede suprimir. La codicia y la prisa de nuestras impaciencias viscerales o mercantiles solo consiguen abortar las gestaciones.

6. El sepulcro, donde se deja lo muerto, se convierte en surco, tronco y útero de lo nuevo
Es necesario llevar al sepulcro y enterrar muchas realidades que fueron brillantes, pero que ya han perdido la «vida», para que puedan resucitar. Conservarlas puede ser acumular basura en nuestros espacios vitales o sobre las espaldas.

La pregunta es de qué manera la disminución se convierte en crecimiento, en qué nuevas realidades las personas y las instituciones se transforman, cuál es el don imprevisible de Dios, cómo nos preparamos a discernirlo, acogerlo y cuidarlo para que se vaya desarrollando en nosotros y fuera de nosotros.

7. Todo discernimiento se asocia a la Pascua de Jesús
Todo discernimiento tiene una dimensión pascual. Se ilumina en la muerte y resurrección de Jesús. Las nuevas propuestas de Dios vienen a desinstalarnos para dar cabida a una nueva plenitud en nuestra existencia.

Nadie abandona lo que deja, por necesidad o por propia elección, para salir hacia el futuro, si no lleva dentro una gran pasión que lo empuja desde dentro y le infunde un espíritu creativo capaz de inventar lo nuevo, que en parte se va gestando en el camino y en parte es ya una tierra que lo espera.