clarglobal
Reunidos en Junta Directiva de la CLAR de este año 2014, y como representantes de las veintidós Conferencias
Nacionales de Religiosas/os de América Latina y el Caribe, expresamos, a la sociedad dominicana y a la comunidad
internacional, nuestro dolor y nuestra solidaridad con motivo del drama que en República Dominicana se vive por la
desnacionalización de tantas/os de nuestras/os hermanas/os con la sentencia 168-13 del Tribunal
Constitucional; nuestra identidad, que nos llama a permanecer en la escucha de Dios donde la vida clama, a estar
cerca de todas aquellas personas que sufren cualquier tipo de exclusión, cualquier violación de sus derechos
humanos, cualquier atropello a su dignidad, y cualquier negación de su ciudadanía, nos mueve ahora a manifestar
nuestra posición, enraizada en los criterios humanos y evangélicos.
Porque esperamos que una solución se logre con el peso legal del respeto a los derechos de los más débiles,
siempre con apego a las leyes dominicanas, estamos atentos al proceso iniciado por el Presidente Danilo Medina, que
estos días ha propiciado un diálogo-consulta con diversos sectores del país para el consenso de un desenlace
humanitario y jurídico a esta vulneración de derechos fundamentales.
Como hijas e hijos de un mismo Padre y, por eso, como hermanas y hermanos los unos de los otros, oramos al
Dios padre y madre por medidas que, de una vez por todas, superen este atropello y, al mismo tiempo, respondan a
los derechos y a las esperanzas de los descendientes de inmigrantes que, también en otros de nuestros pueblos,
esperan la buena noticia de la aplicación real de legislaciones justas e inclusivas. Con salidas humanitarias se
defienden los derechos de los más débiles, como desea el Dios de la vida, revelado en Jesús de Nazaret, que vino a
defender la humanidad vulnerada de quienes, en su mismo país, eran vistos como extranjeros, hasta devolverles la
dignidad, en el acto generoso de su amor gratuito, como ilustra la parábola del Buen Samaritano (Lc. 10, 25-37). En
nombre de este Dios de la vida y de su amor gratuito, una sociedad no puede condenar a la periferia a una parte de sí
misma.
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