Semejante regalo me sobrecogió profundamente. Lo había guardado por años y consideró que era el momento oportuno y las personas adecuadas para tan especial regalo. No me salieron palabras para agradecerle.

Por: David Álvarez Martín
Fue mi profesor en el Seminario Santo Tomás de Aquino a inicios de los años 80 y mis continuas visitas a la casa de la calle Samaná de los jesuitas nos llevó a conocernos mejor y dialogar sobre muchos temas. Reflexivo en sus juicios, de hablar pausado, siempre dejaba en mi ánimo un saludable optimismo luego de dialogar sobre un tema personal o una cuestión de índole histórica, filosófica o teológica. En los momentos más agudos de su reflexión acostumbraba a cerrar los ojos mientras seguía hablando, parecía que no deseaba distraerse de lo que iba diciendo.

En el 1985 me propuso integrarme en un proyecto que sólo él veía su futuro tan relevante, la creación del Instituto Filosófico Bonó. Hacía pocos años que los jesuitas habían sido separados de la dirección del Seminario Santo Tomás de Aquino y Ton tenía claro que debían construir un espacio propio para la formación filosófica. Mi aporte sería como docente de la Introducción a la Filosofía y el curso de Lógica a los estudiantes del primer año. Durante los dos primeros años dimos docencia en dos o tres lugares diferentes hasta que se completó gran parte de la primera planta del actual Instituto y allí fuimos alumnos y docentes a trabajar.

Ton fue de los pocos que se atrevieron a montar en la cola del DT-125 que yo manejaba en los 80 y se reía mucho de la experiencia. Varias veces lo llevé a INTEC a acompañarme en alguna clase en mi saltamontes.

Dejé el Bonó, igual que INTEC, cuando partí hacia Estados Unidos con una beca Fulbright que PUCMM me patrocinó. Al regresar opté dedicarme exclusivamente a la PUCMM, pero mi amistad con Ton Lluberes continuó. No hubo destino en que no lo fuera a visitar o que él me invitara a dar alguna conferencia, recuerdo vivamente una vez que me llevó al Politécnico Loyola a dar una conferencia sobre no recuerdo cual tema.

Uno de los hábitos que establecimos era que al menos cada mes Ton nos visitaba en casa, lo buscábamos, le teníamos la comida que deseaba, luego de almorzar le acomodábamos la habitación para una siesta de hora u hora y media, y después para la playa, justo cuando el sol declinaba. Cuando se hacía de noche regresábamos a la ciudad a llevarlo a su casa.

Estuviera donde estuviera siempre teníamos contacto con Ton. Cuando preparaba su discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Historia me llevó su texto y pasamos horas discutiendo, desde lo más relevante, a lo más nimio. Muchas veladas terminaron tarde y llevarlo a la Curia era la continuación del diálogo.

Cuando mi hija mayor fue reclutada por Ton para Fe y Alegría era como una nieta en el afecto de él con la que laboraba. Acudió a su boda y estuvo presente cuando nació mi primera nieta Sofía. Se le notaba la felicidad de ser parte de nuestra familia.

Hay un hecho que pocos entenderán. Ocurrió hace unos 5 o 6 años. Muchas de las veces que Ton iba a casa nos sentábamos a mostrarle mi colección de sellos. En algún momento comentó que cultivó la filatelia hacía muchos años, pero nunca me dijo más nada que eso, de otras personas he oído esa evocación. Hasta un día. Lo fuimos a llevar a su casa y nos pidió que lo esperáramos un rato, y vino con dos cajas llenas de sobres con sellos organizados y una gran caja de monedas. Por las fechas de las estampillas se nota que Ton dedicó mucha atención a su colección en la década de los 50 y los primeros años de los 60. Semejante regalo me sobrecogió profundamente. Lo había guardado por años y consideró que era el momento oportuno y las personas adecuadas para tan especial regalo. No me salieron palabras para agradecerle, pero dos días después le llamé para decirle cuan agradecido estaba.

Nos vimos varias veces en su última estancia en Santiago por los muchos viajes que hago a la PUCMM. Siempre ocupado en tareas de servicio, siempre con su libreta pequeña en el bolsillo de la camisa para anotar tantas cosas que no quería dejar al azar de la memoria. Cuando enfermó por el COVID y las noticias indicaban que estaba mejorando nos preparamos para irlo a ver con las protecciones necesarias, pero fue tan rápido que se agravó y murió que nos dejó con el corazón expectante y adolorido. El pasado domingo fuimos al cementerio de Manresa para saludarlo, junto a tantos amigos que le acompañan en esa hermosa y sencilla necrópolis.

¿Qué más puedo decir? Me harás mucha falta Ton en el tiempo que pasará hasta encontrarnos de nuevo.

fuente: acento.com