Revista Aurora Nº 13. Nuestro futuro está marcado por dos amenazas contrapuestas: una repetición de la
pandemia que nos obligue a retroceder otra vez, que es sólidamente probable mientras no
existan vacunas generalizadas, y una crisis económica que pronostican como terrible y que,
además, no será una de esas clásicas crisis del capitalismo que brotan por descenso de la
oferta o de la demanda, sino una crisis nueva que nace de una parálisis de la producción.
En cualquier caso, habría que procurar que no se resuelva como la pasada crisis del 2008,
con esa fórmula criminal de austeridad para los más pobres y beneficios para los más ricos”.
Con estas palabras inicia González Faus su artículo, mostrándonos sabiamente que de esta
encrucijada mundial o salimos todos juntos o no sale nadie victorioso.

Esta verdad, que parece ya ‘de Perogrullo’, implica un cambio radical (verdadera metanoia)
en la manera de relacionarnos con las cosas, los unos con los otros y con Dios mismo.
“¿Hacia dónde se dirigen nuestros pies, nuestra mente y nuestro corazón?… Este clamor no
acaba con el fin de la cuarentena, porque es el grito de los pobres que esperan liberación (cf.
Is 61,1), es el grito que continúa hasta que consigamos un ‘buen vivir’; hasta que logremos
ser una humanidad interconectada, interrelacionada, armonizada con todo el cosmos (cfr.
LS 138)”, dicen las compañeras del colectivo “Mujeres haciendo teología”, y nos insiste el
papa Francisco. En todos sus escritos, “Esto es posible con la voluntad, responsabilidad y
compromiso de todas/os”, pero “lo bueno sería hacerlo por convicción” agregan.

Los pueblos indígenas del mundo son un ejemplo para nosotros, no sólo por la resistencia
que han sabido tener secularmente ante amenazas tan o más graves que la actual
pandemia, sino, ante todo, por las actitudes de resistencia y de persistencia (cuidado de la
vida y del hábitat) que los han llevado a perdurar en el tiempo. “La visión occidental de los
saberes tradicionales como ilegítimos ha sido un catalizador de la desigualdad en América
latina”, y necesitamos superarla definitivamente, para incluir perspectivas bioculturales en
el abordaje de la crisis sanitaria mundial, ya que la visión puramente epidemiológica parece
ciega en muchas ocasiones (biopolítica) y, a todas luces: ineficiente e insuficiente (Obando).
Es necesario activar liderazgos ciudadanos colectivos que no sólo exijan y controlen las
acciones de los poderes públicos, sino que sean agentes propositivos de cambios eficaces
(Jiménez). La vida religiosa está llamada a ser protagonista, junto con muchos otros, de ese
proceso, pues lo ha sido a través de la historia, a veces para bien y otras para mal (Boff).
Haciendo carne la parábola del Buen Samaritano, que el Papa Francisco desarrolla en el
capítulo segundo de la encíclica Fratelli tutti, los cristianos, y particularmente las organizaciones
religiosas, pueden ser hoy un “ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la
opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele (FT
67)” (Codina).

El virus sobrevino como un denunciante de que “producir para consumir, y con eso
enriquecer siempre más a los dueños de producción, es el camino más absurdo que la humanidad
puede seguir. Vivir sirve para vivir la vida como don de Dios. ‘Vivir para ser’, esto es,
para estar delante de Dios y de nuestros semejantes,
a la luz de la muerte, que es el Amén (‘¡Si firme!’) que consagra nuestra vida para siempre, si fue consagrada a
los que Él nos dio como compañeros(as) en el camino”, nos dice Konings en sus reflexiones “de compadre”.
Denuncia que cuestionan y cualifican las reflexiones
de Moscato y Casasola invitándonos a recrear el mundo y nuestras prácticas habituales, esta vez en el área
de la educación y la pedagogía: “¿Qué pasará cuando la pandemia se marche? … ¿Volveremos al antiguo régimen
didáctico? ¿Implementaremos nuevos recursos para potenciar el aprendizaje en nuestros estudiantes?
¿Trabajarán las instituciones educativas en la creación
e implementación de tecnologías educativas para facilitar la enseñanza y el aprendizaje, o volverán a sus
zonas de confort tradicionalistas? …o bien retomamos un tradicionalismo didáctico, monótono y unidireccional,
o bien, empezamos a implementar nuevos recursos didácticos con apoyo tecnológico para facilitar
el proceso de enseñanza y aprendizaje. Es importante reconocer el dinamismo cognitivo que caracteriza al
ser humano. Los estudiantes cuentan con muchas habilidades cognitivas que no son potenciadas,
y muchos otros ocupan que les orientemos hacia la adquisición
de estas habilidades fundamentales para un aprendizaje activo” (Casasola). Si la Educación “es el antídoto
para la cultura individualista”, como dice el Papa en su discurso al lanzar el Pacto Global por la educación,
esta educación que soñamos no puede ser la misma de antes envasada en moldes modernistas.
¡Otra educación tiene que ser posible! Y es necesaria.

Termina nuestra revista -ahora mensual- con un gran artículo de Rosa Cañete y cols.; contribución que
nos fue ofrecida por ella en los primeros meses de la pandemia. «Hemos querido editarlo en esta oportunidad
porque continúan vigentes los propósitos y pistas que arrojaba su análisis -en aquel momento prospectivo-
de las causas del macro caos que produjo este “diminuto bicho” continúan vigentes. En algunos lugares,
la primera ola ya pasó y ahora están pendientes del rebrote; en la mayor parte de América Latina no
hemos salido todavía de esa primera ola y el rebrote se espera con más miedo, porque las causas estructurales
que potencian y multiplican los efectos del COVID-19
siguen en mora de ser enfrentadas.

¡Buena lectura!

Roberto Jaramillo, S.J.
Presidente de la CPAL