DECLARACIÓN FINAL
Los equipos provinciales de Colaboración, el delegado para la Misión y el presidente de la CPAL, hemos concluido cuatro días de reflexión sobre los avances, oportunidades y desafíos de la dimensión Colaboración en América Latina. Ha sido una gracia del Señor encontrarnos por medios virtuales en un ambiente de esperanza y hermandad, constatando que todos/as somos colaboradores en la Misión de Dios. Nos sentimos llamados a trabajar por la vida desde nuestra propia vocación, según tiempos, lugares y personas. Como resultado de este encuentro, queremos dinamizar las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) desde el espíritu de colaboración, de cara al nuevo Proyecto Apostólico Común (PAC.2). Compartimos con ustedes algunas propuestas para contribuir al plan de Dios, conscientes de que en la CPAL existe un vibrante dinamismo de colaboración y trabajo en red.
1. Avances y limitaciones de la dimensión de colaboración en América Latina
Todos/as somos igual de llamados, pero no todos/as somos llamados por igual. La misión nos pertenece a todos/as. Nos sentimos invitados/as a colaborar en la Misión de Dios. No queremos hacer de la colaboración un tema o un fin en sí misma, sino una experiencia diaria de servicio a las causas de Dios. La colaboración es el resultado de la infinita diversidad de vocaciones suscitadas por el Espíritu para el bien de toda la humanidad, que necesitan articularse y coordinarse desde el discernimiento, y que se organizan a través del trabajo en red.
Discernimiento, colaboración y trabajo en red. Esta triple dinámica de discernimiento, colaboración y trabajo en red (Cfr. CG 36, d. 2) nos lanza a mirar las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) como horizonte de la Misión de Dios (Dirección). Igualmente, nos exige discernir opciones y métodos desde el corazón y teniendo delante los criterios del Evangelio, para avanzar como cuerpo apostólico universal (Estrategia). Y, por último, nos sentimos llamados a cuidar los recursos humanos y económicos para hacer posible el impacto de nuestra misión (Gestión).
Equidad de género y cuidado personal y apostólico. La colaboración exige conversión y apertura a la equidad de género. Vamos viendo cambios, pero el desafío es reconocer y superar patrones excluyentes, machistas y clericales que siguen presentes en nuestra cotidianidad, para construir relaciones justas y horizontales acordes con el Plan de Dios. Por otra parte, estamos convencidos de que el cuidado personal y el cuidado apostólico caminan juntos en un sano cultivo de la colaboración.
2. Estrategias y acciones para dinamizar las PAU desde el espíritu de la colaboración

Poder y autoridad. La sinodalidad es un rasgo esencial de la colaboración, como característica de la Iglesia en salida y de la Compañía que busca leer los signos de los tiempos a la luz de la Palabra. Saber delegar, saber confiar, saber acompañar y dejarse acompañar, son signos de un nuevo estilo de liderazgo. La sobrecarga laboral es una constante que necesitamos revisar, tanto para laicos/as y religiosas/os, como para jesuitas. Debemos estar atentos al poder como centralismo egocéntrico que se aleja del espíritu de la colaboración. Nos sentimos invitados/as a vivir la autoridad como servicio y cuidado de todos los miembros del cuerpo apostólico y de la misión. Queremos propiciar una colaboración más horizontal, en donde la jerarquía no sea el problema sino el verticalismo autocrático.
Nuevo sujeto apostólico. La colaboración supone co-sentir, co-pensar y co-responsabilizarse de la misión. No sentimos llamados a encontrarnos y formarnos en espacios de confianza y cuidado mutuo, como amigos/as en el Señor. La formación permanente de todos/as en diferentes áreas, partiendo de los Ejercicios Espirituales, enriquece y da sentido al trabajo. No hay colaboración sin espiritualidad. Y no hay espiritualidad sin formación. Debemos reflexionar sobre la compleja relación entre vocación y trabajo asalariado. El trabajo y su remuneración no son el problema, sino la posibilidad de que sea el pago el que mueva las acciones, y no la identidad con la misión.
Apertura a los cambios. Es preciso abrirse a lo nuevo, a lo diferente, sin que esto suponga alejarse del Espíritu, ni del plan de Dios, porque lo único realmente nuevo es lo que suscita el Espíritu. Dios nos llama a abrirnos a nuevas personas, obras y provincias, para crecer en colaboración y trabajo en red. Queremos pensar y sentir como cuerpo desde la misión en colaboración. Somos cuerpo que está al servicio del Reino de Dios. Es posible repensar los modos tradicionales de gobierno desde los signos de los tiempos, incluyendo en nuestra práctica cotidiana el discernimiento personal, comunitario y la conversación espiritual como modo ordinario de relacionarnos y para la toma de decisiones.
Espacios de confianza y de cuidado. Nos sentimos invitados a caminar juntos (sinodalidad), entre mujeres y hombres, entre laicos/as y jesuitas, entre personas con diferentes vocaciones. Queremos asumir la diversidad como un don, preferirla y buscarla. Y hacerlo con humildad, reconociendo la riqueza de cada uno, como condición básica de la colaboración. Somos conscientes de la necesidad del cuidado de todos/as, incluyendo a los que cuidan.
Con la confianza puesta en Jesús, que nos sigue ofreciendo su amor y su gracia para caminar, invitamos a todos los miembros del cuerpo de la Compañía en América Latina, como familia ignaciana, integrada por laicos/as, religiosos/as, personas de buena voluntad y jesuitas, a dejarnos inundar por el espíritu de la colaboración. Que estas líneas animen y fortalezcan la dimensión de la colaboración, contando para ello con nuestra disponibilidad al servicio.

Desde la ubicuidad en Latinoamérica, 25 de septiembre de 2020.