LLEGÓ UN NUEVO MES, UN NUEVO TRIMESTRE, EL MES DE ABRIL…
LLEGÓ EL RESUCITADO

¡Felices Pascuas para todos y todas! Comenzamos el mes en domingo de resurrección, como una señal que nos invita a re-fundar nuestra vida sólo en El Resucitado conduciéndola -con mente y corazón renovados- hacia tiempos y formas de proceder nuevas.

En la semana que pasó no fue difícil actualizar-de diversas maneras- la pasión del Señor; signos de su crucifixión están visibles en nuestra realidad casi por todos lados: son tiempos de autoritarismos e irrespeto de las voluntades populares sin importar programas políticos; tiempos de hegemonía del capital y de políticas ultra-liberales que parecen gobernar el mundo entero tanto en lo público como en lo privado; tiempos de divisiones sociales (y aún familiares) atizadas intencionalmente por grupos aferrados al poder a través del miedo, la mentira y el prejuicio contra “el otro”, “el diferente”; tiempos de acciones absurdas como hacer explotar una bomba en un supermercado atestado de gente, o asesinar a una mujer por ser negra y pertenecer y defender a un grupo social; tiempos de miseria, enfermedad, hambre y desesperanza que llevan a miles de personas a dejar de su propio país y arriesgarse en los caminos buscando una nueva vida en culturas diferentes; tiempos marcados por la corrupción y la deshonestidad entre los grandes -pero también entre los pequeños- en el día a día, como si se tratara de un verdadero cáncer que destruye los fundamentos de la convivencia entre los hombres: la posibilidad de confiar en la palabra. Y tantas otras cruces, grandes y pequeñas que hay en nuestra vida y la de nuestras sociedades e instituciones.

Vivimos sí en tiempos sombríos. Para nosotros la mayor tentación es la resignación, “tirar la toalla”, renunciar al momento decisivo de la resurrección. Pero estamos invitados no a reproducir el discurso triste de los que van a Emaús alejándose de la comunidad, sino a volver con renovada alegría y entusiasmo al camino del evangelio. “A los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte una luz les brilló”: la luz del niño que nació en el pesebre es la misma del crucificado-resucitado que venimos de celebrar: “el nos ha rescatado de las tinieblas del pecado y nos ha trasladado al Reino de su Hijo, el Amado”.

Es este, pues, el momento de demostrar que como Cuerpo Apostólico hemos sido salvados en y por El Resucitado, y que allí donde hay división y autoritarismo somos capaces de sembrar -con nuestra vida- perdón, escucha, reconciliación y participación; que allí donde se excluye a los otros porque piensan diferente, porque viven diferente, porque tienen otro color u otras opciones somos capaces de reconocer el multiforme don de Dios, y acogerlo y celebrarlo; que allí donde el mundo grita e infunde -casi ciegamente: división, sospecha, individualismo, nacionalismo, proteccionismo, nosotros hacemos realidad el entendimiento, el diálogo, la búsqueda en común, la investigación, la acogida del otro en su particularidad y con sus derechos.

En un mundo como el que nos ha tocado vivir, sólo viviendo a contra-corriente podremos dar testimonio de esta verdad y vivir en la alegría de ser salvados. Incomodar, ser criticados y perseguidos, dar la vida como diario sacrificio (quien sabe martirialmente: como nunca lo imaginaron Rutilio o Romero) pueden ser señales de que “algo nuevo” irrumpe y despunta en nuestras vidas.

“Coraje, no tengan miedo, ¡yo he vencido al mundo!”, dice El Resucitado Juan 16,33

Abril 2018-01 final

ROBERTO JARAMILLO, S.J.
Presidente de la CPAL