No se sabe todo, pues no se han divulgado sus conversaciones privadas. Quizás se sepa algún día, según aquello de que “no hay nada escondido que no llegue a saberse” (Mt. 10, 26).Sus palabras públicas habrán defraudado a algún funcionario cubano que esperaba bocanadas de incienso al Socialismo, y también a algunos adalides del exilio histórico ansiosos de oír anatemas anticomunistas.

Los Papas nunca visitan países para condenar gobiernos o para incurrir en intromisiones como aquélla de Charles de Gaulle, que en visita a Canadá gritó, “¡Viva Quebec libre!”
La Iglesia ha aprendido a realizar su misión en condiciones favorables y adversas. La gracia divina y la experiencia bimilenaria la inclinan a la paciencia. Según un sabio, “la paciencia a veces es amarga, pero sus frutos siempre son dulces”.
El Secretario de Estado de San Pío X, Cardenal Merry del Val, distribuía los asuntos que llegaban a su despacho en tres carpetas: 1) Problemas que se resuelven con tiempo; 2) problemas que se resuelven solos; 3) problemas que ni con el tiempo se resuelven. Su sabiduría residía en clasificarlos.
Sería deseable que la problemática cubana se resolviese gradualmente. Los cambios bruscos rara vez se traducen en mejoría. Como dijo un pesimista, “no hay situación tan mala que no pueda empeorar”. Mala la tiranía de Saddam Hussein, pero su caída y ajusticiamiento no trajo tiempos mejores a Irak. Mala la dictadura hereditaria en Siria, pero si cae Assad, quizás Isis alcanzaría el poder, y el país se hundiría en guatapeor.
No todas las palabras del Pontífice trataron de oración, culto y el más allá o vida eterna. También se refirieron al más acá. Hay que captar las sutiles alusiones: Envió saludos a quienes no podía encontrar por “diversos motivos”; se refirió a cubanos “dispersos por el mundo”; rezó para que Cuba “transite por caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación”; citó a Martí contra “sistema de dinastías y grupos”; exhortó a que el servicio no sea “ideológico”; en varias ocasiones mencionó a “presos”; usó un verbo de amplio respiro, “cambiar”; habló de una “revolución” diferente. E incluso abogó por la paz en Colombia.
El Papa Francisco sembró el mensaje cristiano a voleo. Sus palabras cayeron “al borde del camino, en terreno pedregoso, entre abrojos, y en tierra buena” (cfr. Mt 13, 4-8). Los tierrabuenas quedaron confirmados en la fe y animados a perseverar en el seguimiento de Cristo contra viento y marea.

Eduardo M. Barrios, S.J.
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