Ignacio de Loyola claramente consideró todas las necesidades básicas que el ser humano debe tener cubiertas para sobrevivir. Para él, obviamente los bienes no son algo malo para los cristianos, sino medios potenciales para servir a Dios y a los demás (EE 23).

Ya que ciertas relaciones entre los bienes y el poder tienden a corromper, necesitamos volvernos indiferentes para usarlas de forma adecuada. Esta es la clave: hacernos indiferentes para discernir y tomar la decisión correcta. Y nosotros ya sabemos por el Principio y Fundamento (EE 23) lo que significa dicha indiferencia. Las cosas no son buenas o malas en sí mismas, sino que su cualidad depende de la forma en que nos relacionamos con ellas.

Cuando una persona que no está familiarizada con la tradición cristiana toma contacto con la meditación de las Dos Banderas de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (EE 136-148), corre el riesgo de no encontrarle mayor sentido. ¿Por qué debiera uno querer ser pobre o humillado? ¿Cómo puede decirse que tener bienes y buena estima no es algo bueno? Todos sabemos que hay elementos importantes y necesarios para la vida: aceptación, afecto, respeto, autoestima, realización y plenitud[1]. Además, se ha demostrado que bajo el nombre de “pobreza” se han desarrollado estilos de vida inmaduros, autoflagelantes, inseguridades e irresponsabilidad[2]. ¿Qué se puede decir, entonces, a propósito del itinerario que propone Ignacio en la Meditación de las Dos Banderas: animando al ejercitante en el deseo primero de mayor pobreza, luego de humillaciones y finalmente de humildad?

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Ponemos a tu disposición este artículo, “Flechas amarillas. La experiencia formativa de las Dos Banderas”, Alberto Ares Mateos, SJ, Reflexiones ignacianas, N° 7, febrero de 2013.
Este servicio -«Espiritualidad: Artículo del Mes»- se quiere situar expresamente en la línea de la 5ª Prioridad del Proyecto Apostólico Común de la CPAL:
“Espiritualidad encarnada y apostólica: Compartir la riqueza de nuestra espiritualidad, especialmente por medio de los Ejercicios Espirituales, para alimentar una experiencia encarnada de Dios en las personas y comunidades cristianas, contribuyendo así al proceso de evangelización al que nos llama Aparecida.”
Se trata de un aporte de CLACIES (Confederación Latinoamericana de Centros Ignacianos de Espiritualidad) a la formación permanente de quienes tienen interés en la espiritualidad ignaciana.
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Espiritualidad: Artículo del Mes de Febrero 2016.
“Flechas amarillas. La experiencia formativa de las Dos Banderas”, Alberto Ares Mateos, SJ, «Reflexiones ignacianas», N° 7, febrero de 2013.